Algo que hace poco leí, de alguien que aprecio, me hizo repensar los vericuetos del significado de una palabra que utilizo con muchísima frecuencia y siento como propia; cambiaría todo lo que tengo o pueda tener en el futuro y más, que no es mucho, por un pequeño avance revolucionario en el mundo.

Claro que, como es de rigor, lo primero que hice para escribir con palabras tan gordas fue ir al RAE para intentar entender que opinan los expertos del lenguaje sobre el significado de mi querida palabra y fue decepcionante. Lamento que el término revolución sea tan mal comprendido.

Sólo acepciones relacionadas con la violencia y la alteración del orden, nada de los cambios sociales, políticos y económicos inherentes a las revoluciones, ninguna acepción ni valor positivo. Aunque, en ese sentido, no haya habido una revolución mala, porque son todas preciosas obras de la humanidad: desde las que se producen en la geometría para dar volumen a las cosas, a las de un motor o una hélice,… hasta aquellas otras como la americana, la francesa,… o la industrial y tecnológica que vivimos; en fin,…,  la de la mujer.

Y es que la revolución no es sino un profundo cambio sociológico que se produce cuando las superestructuras que gobiernan económica, científica o políticamente,… quedan superadas por la realidad de un momento. Entonces, de repente, cambian las ideas o no sé: se caen los miedos; la cuestión es que todo empieza a funcionar de otra manera.

Las revoluciones son fugaces, positivas e imprescindibles, actúan como un condensador o una tormenta, acumulan energía que luego disparan violentamente, pero no son malas ¿Qué sería de nuestras democracias sin aquel asalto a la Bastilla; y qué sería de nuestra esperanza de vida sin esa revolución tecnológica que hoy impulsa la ciencia y el conocimiento?

Somos nosotros: la influencia de las ideas en nuestra evolución, en los modelos de relación que adoptamos como especie; saltos y avances revolucionarios, quizás tormentosos, pero el inicio del fin de la esclavitud vino de la mano de las revoluciones americanas y los nuevos ideales republicanos que impulsaban nuevos derechos civiles y políticos convirtiendo en ciudadanos a quienes antes eran súbditos,… y antes esclavos.

Todas esas revoluciones fueron herederas de la revolución en valores que supuso la adopción del cristianismo en Europa y esta a su vez, heredera de la revolución económica que supuso la invención del granero -origen del capitalismo- que produjo cambios radicales en el comportamiento de nuestra especie. Quiero decir, si la revolución es permanente, es porque ¡somos humanos!

Pues como digo, hay revoluciones menores -siempre positivas- pero no voy a referirme a ellas porque creo que son las grandes revoluciones políticas: la francesa -de la que heredamos la democracia- y la del 1917 -de la que otros heredaron el desgraciado comunismo- quienes han proporcionado ese toque de violencia a todas las revoluciones en los diccionarios. Lo que no sé, es quien proyecta esos valores negativos sobre el término revolución ¿el enfoque de clase, o es tan sólo el poder?

Porqué se olvida que es la violencia estructural que sufren los más desfavorecidos quien carga la pila de los estallidos sociales que acompañan algunas revoluciones ¿es por mandato o porque los académicos son unos pelotas?

Resistirse a abandonar el poder como hace El Asad o la Revoluciones de los Claveles ¿Quién aporta violencia a las revoluciones sociales? … ¿Y a las económicas?

Afinando un poco más, es la Revolución Comunista quién carga el diccionario de acepciones negativas, hasta entonces y desde la American Revolution -sí, la de las Trece Colonias y la Declaración de Independencia- el término revolución impulsó cambios mundiales en Europa y América, configurando fronteras y derechos comerciales, junto a relaciones y derechos políticos más justos. La revolución sólo tenía valores positivos y un enorme apoyo social, porque traía nuevos ideales: república y democracia junto a sentimientos patrióticos de corte nacionalista.

Pero no fue otro sino Thomas Jefferson; demócrata y republicano, al que se llegó a calificar de  libertario por su exacerbado  ultra-liberalismo; quien decía: El árbol de la libertad debe ser vigorizado de vez en cuando con la sangre de patriotas y tiranos: es su fertilizante natural. Y también: El espíritu de resistencia al gobierno es tan valioso en algunas ocasiones que me gustaría que se mantuviera siempre vivo.

Aunque, ni Jefferson -autor de La Declaración de independencia precursor de la era de las revoluciones- ni ninguna de esas revoluciones que vinieron detrás, decían aquello de cambiemos al mundo de base… Y, creo que la clave está aquí, el 1% de la población mundial que posee tanto como el 99% restante, no permitirá revoluciones por las buenas.

Además, Foxconn, la empresa china que fabrica los iPhones, acaba de inaugurar una fábrica con diez mil robots, algunos de ellos androides, para sustituir unos 60.000 trabajadores en la fabricación de los nuevos modelos. Una verdadera revolución económica que pagaremos a 700€ por barba, con la complicidad de nuestros gobiernos y los mercados.

Y aunque el viejo socialismo se quede obsoleto porque acaben por no necesitarnos como clase, o porque la propia concepción de clases haya perdido todo valor, corren malos tiempos para los que hoy quieren llamarse clases medias (75%) y para los pobres (el otro 25), porque el factor trabajo se acaba como agente de redistribución de rentas y estamos todos a expensas de los mercados financieros.

En estas circunstancias, yo sigo pensando como el Pablo Iglesias original: el objetivo es la entera emancipación de la clase trabajadora: es decir, la abolición de todas las clases sociales y su conversión en una sola de trabajadores libres e iguales, honrados e inteligentes.

Y cuando digo clase trabajadora, me refiero a los que no viven del cuento, a aquellos que no son aristócratas, terratenientes, capitalistas, rentistas o banqueros. Y cuando digo capitalistas, no digo pequeños y medianos empresarios porque han pasado a ser una….

Una revolución gorda -muy, muy gorda- que a mí, me gustaría que llegara cuanto antes.